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viernes, 4 de noviembre de 2016

ORDALIAS MEDIEVALES


LA ORDALÍA DEL HIERRO CANDENTE  

La ordalía o Juicio de Dios era una institución jurídica vigente hasta finales de la Edad Media ... 
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ORDALÍAS MEDIEVALES
Durante la Edad Media, cuando alguien era acusado, las autoridades públicas competentes no entraban en una investigación exhaustiva del crimen cometido, ya que intervenían sólo a petición del acusador, que presentaba su acusación bajo juramento ante el tribunal que tuviera jurisdicción sobre ambas partes.
El acusado, por su parte, también podía jurar que la acusación era falsa. Entonces, si el tribunal aceptaba como válido el juramento, normalmente se detenía el juicio. Pero en el caso de que el tribunal no considerase el juramento del acusado suficiente prueba, podía exigirle que aportara también el juramento de otros hombres suscribiendo su inocencia. Paradójicamente, no era necesario que estos fueran testigos de los hechos.
El juramento, aun siendo desde el punto de vista religioso un acto que pone a Dios por testigo, a veces no era prueba suficiente para el tribunal y, en el caso de que el acusado tuviera mala reputación, o especialmente cuando la acusación solicitaba la pena capital, entonces el tribunal, basándose en la idea de que Dios estaba siempre al lado de los que tenían razón, aplicaba una serie de pruebas de extrema dureza al acusado con la finalidad de demostrar su inocencia.
La mayoría de estas pruebas estaban relacionadas con el fuego y el agua, y el acusado debía someterse a la prueba asignada, que podía ser desde sujetar hierros candentes, introducir sus manos en un brasero, andar descalzos sobre brasas ardiendo, pasar entre hogueras, o permanecer prolongados espacios de tiempo bajo el agua. Muchos de los acusados no sobrevivían, pero en el caso de que tuvieran la fortuna de superar estas brutales pruebas, entonces eran declarados inocentes, por considerar que Dios se había pronunciado a su favor. Aunque también existían otras modalidades para resolver las acusaciones, como era el juicio por combate, en el que acusador y acusado combatían, considerando, por supuesto, que Dios se pronunciaba a favor del vencedor.
Estas pruebas irracionales fueron difundidas en #Europa de la mano de los germanos tras la invasión del imperio romano de Occidente, eran conocidas con el nombre de #Ordalías y se mantuvieron vigentes hasta finales de la #Edad #Media como interpretación del juicio divino. Sin embargo, el origen de estos juicios inspirados en la divinidad es mucho más antiguo. De hecho, existían prácticas similares en la antigua Grecia y también en la Biblia aparecen variantes como en el caso de que una mujer fuera acusada de adulterio y era obligada a beber una poción preparada por un sacerdote a base de agua, ceniza y ácido, a la que llamaban “agua amarga de la maldición”. Del mismo modo sucedía en la antigua Roma, según cuenta la leyenda de Mucio Escévola, cuando como prueba mostró a los etruscos su mano ardiendo.
Con el tiempo, esta tipo de pruebas se fueron afianzando y separando en dos grupos: las pruebas canónicas - reflejadas en los cánones - y las pruebas derivadas de supersticiones populares. Normalmente, las pruebas caldarias se realizaban en la Iglesia, donde se disponía una caldera con agua caliente y otro recipiente con agua fría. Según el tipo de acusación, el acusado debía introducir su mano en agua hirviendo hasta la muñeca (si la acusación era simple), o el brazo hasta el codo (si era grave). Luego, se procedía a cubrir la parte sumergida y el juez colocaba un sello. Transcurridos tres días, se abría el vendaje y se valoraba el resultado: si la quemadura había sanado, era prueba irrefutable de que el acusado era inocente. En cambio, si la herida no había sanado y mostraba signos de gangrena, se consideraba culpable.
Pero también se practicaban otro tipo de pruebas absurdas, como el llamado “Juicio de la Cruz”, donde se colocaban dos personas de pie ante el altar con los pies juntos y los brazos abiertos en cruz. Luego se les leía la Misa o el Evangelio de la Pasión, y el primero que tenía la mala suerte de moverse era quien perdía el pleito. O el llamado “Juicio del Bocado”, que consistía en bendecir un trozo de pan y otro de queso, y que consagraban con ciertas fórmulas no reveladas y bastante sospechosas, ya que era capaz de devorar las entrañas del culpable.
Visto con los ojos de hoy en día, sin duda alguna es más que probable que se utilizara algún tipo de ácido que acababa con la vida del infeliz que lo ingería. Y, aunque con el tiempo este tipo de pruebas propias del derecho penal privativo fueron sustituidas por el derecho romano, lamentablemente no mejoró la suerte del acusado, ya que a partir de entonces se emplearía directamente la #tortura. Y, desde ese momento, deleznablemente y en sus múltiples formas, el ser humano sigue practicando todo tipo de martirios, suplicios y tormentos a sociedades angustiadas, más allá de la racionalidad y con total impunidad, especialmente en algunos regímenes totalitarios que perviven sustentados en la #demagogia que alimenta falsos profetas del siglo XXI.
Por ese motivo, el control de la historia, la cultura y el conocimiento - verdadera piedra angular de la libertad - han sido y serán siempre el valor más codiciado y manipulado por gobiernos déspotas, capaces de convertir la vida de todo aquel que no comulga con sus ideas en una auténtica tortura, ante la mirada silenciosa de una sociedad sumergida en el más profundo conformismo. Posiblemente, el mismo con el que se aceptaron las ordalías durante la Edad Media.
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mis fuentes: Marisa Mangado (Facebook) 
LA IGLESIA, LOS GOBIERNOS, LAS LEYES, SIEMPRE SE HAN ENSAÑADO CON LA GENTE, ES HISTÓRICO ! (mg)