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domingo, 19 de mayo de 2013

UN SANGRIENTO DESPOTA DISFRAZADO DE SOCIALISMO.




Stalin gobernó la Unión Soviética de forma tiránica desde los años treinta hasta su muerte, implantando el régimen más totalitario que haya existido jamás; 




La  skulakización, que trajo como consecuencia la expropiación masiva de las tierras explotadas por medianos propietarios agrícolas (KULAKS), lo cual causó una reducción de la producción de cereales, lo que unido a unas malas condiciones ambientales dio lugar a una gran hambruna en Ucrania que supuso la muerte de varios millones de ucranianos  según el gobierno soviético, «fue una medida necesaria para acabar con la retención y sabotaje de productos que ilegalmente practicaban los kuláks».

 Los muertos por la hambruna ascendieron a un número difícil de determinar ((wikipedia) 

Según reportes, mandó a matar a más personas que el mismo Hitler.

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Interesante esto que acabo de leer:

“Demasiado tarde comprendió (Trotski) que había menospreciado la inteligencia del ex seminarista georgiano, y no había sido capaz de valorar su genio para la intriga, su desvergüenza para mentir y armar componendas. Stalin, educado en las catacumbas de las luchas clandestinas, había aprendido todas las modalidades de la demolición subterránea, y ahora las aplicaba, en beneficio personal, en busca de los mismos fines por los que antes las había practicado el partido bolchevique: para hacerse con el poder. El modo en que fue desarmando y desplazando a Liev Davidovich, mientras utilizaba la vanidad y los miedos de hombres que nunca parecieron tener miedos ni vanidades, los calculados virajes de sus fuerzas a uno y otro extremo del diapasón político, habían sido la obra maestra de una manipulación que, para coronar la victoria del georgiano, había contado con la previsible ceguera y el orgullo de su rival”.
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“De lo que si estábamos enterados y muy seguros era de que de nosotros se esperaba solo más fidelidad y sacrificio, obediencia y más disciplina. Aunque tras el doloroso fracaso de la zafra de 1970 sabíamos que el luminoso futuro cercano se había alejado un poco más (jamás voy a olvidar los cuatro meses que pasé en un campo de caña, cortando, cortando, cortando, con toda mi fuerza y mi fe puesta en cada golpe del machete, convencido de que aquella heroica empresa sería decisiva para nuestra salida del subdesarrollo, como tantas veces nos habían dicho), en realidad apenas tuvimos noción de cómo aquel desastre político-económico, si me permiten llamarlo así, había cambiado la vida del país. Las carencias que desde entonces se agudizaron no nos sorprendieron, pues ya veníamos acostumbrándonos a ellas, y tampoco nos alarmó que, como respuesta al fracaso económico, las exigencias ideológicas se hicieran más patentes, pues ya formaban parte de nuestras vidas de jóvenes revolucionarios aspirantes a la condición de comunistas, y las entendíamos o queríamos entenderlas como necesarias. Que en medio de todas aquellas efervescencias nos enteráramos de que dos de los maestros de la universidad habían sido suspendidos de su trabajo docente por haber confesado que profesaban creencias religiosas nos conmovió, pero escuchamos en silencio y aceptamos como lógicas las imputaciones destinadas a fundamentar una decisión refrendada con el apoyo partidista y ministerial”.

Extractado de “El hombre que amaba a los perros”
De Leonardo Padura (Editorial Tusquets)
(mis fuentes: Infobae)