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martes, 3 de junio de 2014

LAS DOS GRANDEZAS (Diógenes y el rey)



Uno altivo, otro sin ley,



así dos hablando están:



- Yo soy Alejandro, el rey.



- y yo Diógenes, el can.



- Vengo a hacerte más honrada



tu vida de caracol.



¡ Qué quieres de mi !



- Yo, nada, que no me quites el sol.



- Mi poder ...



- es asombroso,



pero a mí nada me asombra.



Yo puedo hacerte dichoso.



- Lo sé, no haciéndome sombra.



- Tendrás riquezas sin tasa,



un palacio y un dosel.



- ¿Y para qué quiero casa



más grande que este tonel?



- Mantos reales gastarás



de oro y seda.



- Nada, nada,



¿no ves que me abriga más



esta capa remendada?



- Ricos manjares devoro.



- Yo con pan duro me allano.



- Bebo el Chipre en copas de oro.



- Yo bebo el agua en la mano.



- Mandaré cuando tu mandes.



- Vanidad de cosas vanas!



¿Y a unas miserias tan grandes



las llamaís dichas humanas?



- Mi poder a cuantos gimen



va con gloria a socorrer.



- ¡ La gloria! capa del crimen:



crimen sin capa ¡ el poder !



- Toda la tierra, iracundo,



tengo postrada ante mi.



-¿Y eres dueño del mundo



no siendo dueño de tí?



- Yo sé que, del orbe dueño,



seré del mundo el dichoso.



- Yo sé que tu último sueño



será tu primer reposo.



- Yo impongo a mi arbitrio leyes.



-¿Tanto de injusto blasonas?



- Llevo vencido cien reyes.



-¡Buen bandido de coronas!



- Vivir podré aborrecido,



mas no moriré olvidado.



- Viviré desconocido,



mas nunca moriré odiado...



- Adiós! pues romper no puedo



de tu cinismo el crisol.



- ¡Adiós! cuán dichoso quedo



pues no me quitas el sol! -



Y al partir, con mutuo agravio



uno altivo, otro implacable.



- ¡miserable ! dice el sabio;



y el rey dice - ¡ miserable!






Ramón de Campoamor