CFK creyó
que Obama la iba a reconocer como la gran líder progresista de Latinoamérica.
Alejandro
Borensztein
Así como tantas veces se lo critica, cuando el “presidente” está inspirado hay
que reconocerlo. Tuvo un viernes de oro. Le salieron todas. Dijo “el
capitalismo no ha dado buenos resultados”, después se puso la mano en el
corazón y le dijo a Putin “los amigos se ven en los momentos difíciles” y más
tarde remató con otra joya: “Países como Argentina se parecen cada vez más a
los países pobres”. Un hit atrás del otro. Chapeau. Saltemos la grieta y
aplaudamos todos juntos. Se lo merece. Siempre supimos que detrás de ese
vendedor de autos usados había un estadista de la ostia.
También hay que felicitar al Sindicato de Diputados,
Senadores y Vicepresidentas que obtuvo un 40% de aumento en los sueldos de sus
afiliados. Bravo. Dicho esto, vamos a la mala noticia: en el Campeonato Mundial
de Vacunación nos caímos del puesto 62 al 64, según el ranking del New York
Times.Si bien esta semana Argentina aumentó de 26 a 29 las dosis aplicadas cada
100 habitantes (23% con una dosis y 6,4% con dos), hay que entender que los
otros países tambien juegan y algunos lo hacen bastante mejor que nosotros.
Más precisamente, ahora son 63 los países que vacunan
mejor que Argentina. No ligamos. Nos toca jugar el torneo más importante de
nuestras vidas con un equipo de troncos.
No es cuestión de poner nervioso al Gobierno que
insiste en que somos los genios de la vacunación, pero sepamos que Albania ya
nos tiene a tiro. Llegó a 28 dosis cada 100 habitantes (nosotros 29). Podríamos
hacer un reclamo a la FIFA del Coronavirus argumentando que Albania es un país
demasiado chico como para participar de la competencia pero, aún en el caso de
que nos dieran bola y los eliminaran, atrás vienen Panamá y México al galope
con 26 dosis cada 100 habitantes.
Para colmo, esta semana nos pasó Camboya. Carajo.
Mierda. Si bien en cantidad de dosis estamos empatados (ambos tenemos 29), la
regla indica que a igualdad de dosis va primero el que tiene más población
vacunada con las dos dosis. Argentina tiene el 6,4% con dos y los camboyanos
nos humillan con el 13%.
Si yo fuese el “presidente” no le contaría a la Vice
que los camboyanos nos están ganando porque ella todavía cree que Camboya es
eso que acaba de ver en “Apocalipsis Now” (la semana que viene le muestran
“Pelotón”). Sería un golpe muy duro enterarse de que un país que ella supone
bajo el constante bombardeo de EE.UU., vacuna mejor que nosotros que combatimos
a los cipayos y a la oligarquía como los dioses.
Si tiramos de este hilito argumental entenderemos un
poco mejor, desde el atraso en las vacunas al realineamiento geopolítico
pasando por el pedido de Cristina de declarar personalmente en la causa del
Memorándum y el rol del Gato. Veamos.
Se dice que el verdadero motor de la política es la
lucha por el poder, los intereses económicos y los negocios personales tales
como constructoras, bingos, hoteles, etc. Sin embargo, lo que más influye en
política son los aspectos personales y psicológicos. A veces el ego puede
llegar a ser todo.
Cuando Kirchner llegó a la Rosada, el presidente de
EE.UU. era Bush (hijo), posiblemente uno de los peores de la historia, después
de Trump. Ideal para que Néstor pudiera putear a los yankees sin opacar su
admiración por Disney y su pasión por George Washington, especialmente cuando
posa en el billetito verde.
Al poco tiempo de asumir Cristina apareció Obama, el
presidente más progresista de la historia norteamericana. Negro, pintón,
brillante, demócrata, carismático. Barack las tenía todas.
Cristina creyó que el tipo la iba a reconocer como la
gran líder progresista de Latinoamérica. Se imaginó entrando glamorosamente a
la Casa Blanca con todos sus Rolex puestos, directo al Salón Oval. Dos
potencias se saludarían. Dos pares. Sueños de una noche de verano. La cruda
realidad es que en Washington ya sabían de qué se trataba el kirchnerismo y
Obama nunca le dio ni cinco de pelota.
Frente a la opción de ser sólo una mandataria
occidental más, es decir ser cola de león, Cristina prefirió ser cabeza de
ratón y lanzarse a los brazos de Chávez y su revolución bolivariana. Nada fue
ideológico. Tal vez detrás de estas decisiones hubo algún negocio, pero fundamentalmente
fue despecho.
El Memorándum con Irán, que ahora va a defender frente
a la Justicia, fue una movida para mejorar las relaciones con el socio
estratégico de Venezuela y, por ende, de Argentina. Lo que en su momento
Alberto Fernández definió muy bien como un “plan presidencial de encubrimiento”
(siempre es lindo recordarlo) no fue más que un intento de Cristina por superar
el conflicto con Irán y avanzar en su principal emprendimiento: “The Rosa
Luxemburgo Spa & Casino Hotel”. La vida de Chávez se apagaba y ella iba a
ser la Jefa continental. Como dijimos al principio, el ego suele ser más
importante que la ideología.
Recordemos que unos meses antes, en septiembre de
2012, Cristina anunciaba ante la ONU que había recibido una propuesta de Irán pero
que jamás avanzaría “sin el acuerdo de todas la fuerzas políticas con
representación parlamentaria y de las instituciones involucradas (AMIA y DAIA)”
(textual).
Sin embargo en febrero de 2013 el Memorándum se
aprobó, de urgencia y sin chistar, contra la voluntad de todas las fuerzas
políticas opositoras y de AMIA/DAIA. Un mes después moría Chávez. El camino
hacia el reinado parecía despejado.
El paso siguiente era ganar las elecciones de 2013 y
cambiar la Constitución por una más linda, digamos más bolivariana. “Cristina
eterna” bramaba el kirchnerismo. Pero apareció Massa, le ganó y le escupió el
asado. Era el Massa que dijo “voy a barrer a los ñoquis de La Cámpora”, ahora
transformado en “voy a barrer para los ñoquis de La Cámpora”.
El remate fue en 2015 cuando Cristina reclamó en Nueva
York por los DDHH de Bin Laden y declaró que el ISIS era un montaje
hollywoodense. Su despecho y su bronca fueron excesivos y terminaron chocando
contra la aspiración media argentina, mucho más cercana a España, Italia,
Francia y EE.UU. que a Venezuela, Rusia, China e Irán. Así fue como en 2015
llegó el Gato a la Rosada.
El gobierno de Macri se atribuye el mérito de haber
terminado en tiempo y forma. Si bien su mandato se extendió por cuatro años, en
realidad su gobierno duró exactamente una hora y media. Más precisamente, desde
que juró en el Congreso y se trasladó a la Rosada para ponerse la banda hasta
que se enfrentó a las dos puertas que definirían su destino.
En lugar de abrir la puerta correcta donde estaba el
sinceramiento de la gravísima situación y la convocatoria a un gran acuerdo
nacional, abrió la otra. La recordada “puerta Gilda”.
Salió al balcón a bailar la cumbia como si acá no
pasara nada mientras Michetti cantaba con el micrófono en mano frente a la
Plaza de Mayo. Lo que todos pensaban que era el comienzo de su mandato, en
realidad fue el final. Duró una hora y media. El gobierno más breve de la
historia argentina. Todo lo demás fue al pedo. La prueba es que cuatro años
después Cristina le ganó cómodamente, volvió y retomó aquella agenda que había
quedado trunca en 2013. Hacia allá vamos.
Por eso ahora el gobierno se puso del lado de los
terroristas de Hamas, niega las violaciones a los DDHH en Venezuela, apoya a
Maduro y se alínea con Rusia y China. ¿Todo por qué? Porque el chambón de Obama
no la agasajó como ella soñaba. La hubiera recibido con honores en la Casa
Blanca y hoy estaríamos hablando de otra cosa.
En este contexto se explica el problema de las
vacunas. La oferta de Putin de mandar millones a fin de año fue la oportunidad
para que Cristina le dijera a EE.UU. “metete tus vacunas en el upite”.
Después, como Putin es muchísimo más vivo que todos
nuestros genios juntos (incluido Cafiero), los enroscó y finalmente las vacunas
recién llegaron ahora, 20.000 muertos más tarde.
¿Es esta la explicación de la tragedia argentina?
Parcialmente. La contracara es que para defender a la Argentina Occidental
elegimos a Macri, un muchacho que ahora nos vino a contar que a las 19 horas
apagaba todo y miraba Netflix.
¿Hay esperanza? Obvio. Nunca es tarde para sacar ese
estadista que todos llevamos adentro y encontrar el camino del acuerdo. Se verá.
Ultimo momento: superamos a los camboyanos y subimos al puesto 63. Vamos
Argentina. Camboya LTA.
CLARIN