Causa embarazo tener que explicar que el creador de un impuesto a la riqueza tiene 290 millones de pesos sin haber trabajado un solo día en su vida, y que como debe 2 millones de pesos en impuestos, SU GOBIERNO le permite pagar su deuda en 8 años al 2% anual de interés.
Me da temor evaluar que será su gobierno quien organice la vacunación masiva para unos 25 millones de argentinos. Un gobierno que no fue capaz de organizar un velorio de 8 horas no puede garantizarnos ni la provisión de vacunas ni su calidad. Sinceramente, no creo en las que vacunas que puedan conseguir. Dudo que puedan ser truchas, ustedes ya trucharon números de la pobreza, muertos de La Plata, índices de inflación. ¿Por qué debo creerles la bondad de su vacuna?
Yo, paso.
Y encima ahora leo, estupefacto, que han denunciado al gobierno de CABA (que le aclaro no me cae muy bien) por los desmanes insólitos pero esperables de ayer en el velorio de Diego.
Un velorio que usted y sus secuaces organizaron para sacar rédito político (les sirvió el velorio de Néstor como experiencia)
Lo ví, apenas llegó, ir muy sonriente a sacarse una selfie con la gente en las rejas de la Rosada, esas rejas que prometió sacar apenas asumiese. Muy triste no lo ví don Fernández.
Y después el colmo de lo patético: los pañuelos de las madres de Mayo sobre el cajón y la llegada de la Reina Madre, la de ‘la patria es el otro’, haciendo cerrar las puertas para que las fotos saliesen más lindas, dejando el pueblo bajo el sol, amontonado, revolcándose y cabeceando gases lacrimógenos.
Fuimos un bochorno ante el mundo.
Y encima, en esta obra grotesca de Pichirica, ante el fracaso espantoso de la organización, usted y sus funcionarios se dedicaron a echarle la culpa a Larreta, a Macri, a la Dalma y la Gianina, a Suecia, al imperialismo yanquee y a todos los boludos que nos damos cuenta que usted es un incapaz.
“Deberíamos haber previsto que iban a venir barras bravas”. Una frase suya, de hoy, que marca lo perdido que está, lo incapaz que es. Usted y sus acólitos, todos empleados vitalicios del Estado que vivirían del IFE si trabajasen en el área privada.
Así que lo sorprendió la presencia de barras bravas. Qué raro, ¿no? Pucha, habrá dicho acongojado, supongo. Pucha…
Usted seguro pensaba que iban a ir todas las bibliotecarias, los científicos, los geólogos y los arqueólogos, los archivistas, los buzos tácticos, los músicos coyas de Jujuy. Era lo lógico siendo el homenajeado un jugador de fútbol que fuesen los barras. Bueno, no u jugador cualquiera, todos, el mejor, el único. No era raro darse cuenta, sobre todo si recordamos que ya a las dos de la mañana estaba Rafa Di Zeo adentro de la Rosada.
De paso, Fernández, o presidente Coso como justamente lo han calificado, pregunte entre los intendentes del conurbano quien le abrió las puertas de la Casa Rosada a las barras de San Miguel, Los Andes, Almirante Brown y la Guardia Imperial de Racing, energúmenos que tuvieron participación en las situaciones que se vivieron dentro de la Casa de Gobierno, en el Patio de las Palmeras. Esos monos con navaja entraron por un costado de la explanada, gracias a manos amigas para los que trabajan en sus municipios.
También llegó, muy organizada y muy segura de que entraba la hinchada de Gimnasia, mi club pero no mi barra. Los triperos de la 22 tuvo el beneplácito de ingresar por Hipólito Yrigoyen, como si para ellos no existiera restricción. Y bueno, Cristina y el ministro Guzmán son hinchas de Gimnasia.
Pero por lo visto usted ni se enteró. Que ineficiencia la suya Fernández.
Y ahora, le queda la fácil tarea de convencernos a todos nosotros que en Navidad no podemos juntarnos con nuestros hijos porque hay peligro de contagio. Supongo que ayer usted le había dado franco al virus, ¿no?
Y encima, cómo nos va a contar que no hay clases presenciales pero sí bingos y casinos, porque hay organismos oficiales que no atienden desde marzo mientras los empleados de los supermercados se han roto el traste para que todos tengamos que comer.
Qué vergüenza me da usted Fernández.
Le pido que esta noche, cuando ponga su cabeza en la almohada, se de cuenta de lo inepto, de lo incapaz, de lo mediocre, de lo desastroso que son usted y su gobierno.
Eso sí, por favor, se lo ruego: no renuncie.
SI usted renuncia, Venezuela puede llegar a ser un paraíso.