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sábado, 16 de marzo de 2024

"Tener la vaca atada" Carlos Pagni +LN


Es una expresión que seguramente hayamos escuchado, empleado o leído. "Tener la vaca atada" suele utilizarse como sinónimo de fortuna inagotable, o de tenerla muy fácil, en una situación particular o en la vida en general.

Pero... ¿sabes de dónde viene? ¡Vení, lee que te cuento!

Es uno de los tantos dichos surgidos a finales del siglo XIX, cuando los terratenientes argentinos eran una de las clases más ricas del mundo. Argentina en esa época era el primer exportador de carne y de cereales del mundo, lo que llevó a un proceso de expansión capitalista y riqueza sin igual (para los dueños de los campos, claro está).

El origen de la expresión se ubica en este preciso momento histórico: las primeras décadas del siglo XX, época de “vacas gordas” y de París, que era una fiesta, como destino preferido por los argentinos acomodados que viajaban a Europa en barco, con criados, sirvientes y enormes equipajes “porque llevaban el mismo tren de vida allá que en nuestro país. Y, por supuesto, no podía faltar  la vaca atada, para tener siempre a mano leche fresca, pero no cualquier leche. No señor. Llevaban sus propias vacas. ¿Para qué? Para garantizar que la calidad  de la bebida fuera la misma a las que el fértil y generoso suelo argentino los había acostumbrado, por supuesto. Faltaba más.

Sí. Las vacas eran gordas y algunos las tenían atadas. Tan lujosa era la manera de viajar de los argentinos y tan alto su nivel de vida en Europa que, al llegar a la Aduana, pasaban directamente, sin hacer fila. Esta vida de viajes y lujo, llegó a su fin con la crisis del '29.

 Argentina era vista como tierra de promesas. Por eso fue el segundo destino de inmigrantes, llegando a representar un 40% de la población. De hecho, todo francés consideraba que casarse con un argentino significaba riquezas por el resto de la vida.

A pesar del paso del tiempo, de los cambios en la sociedad y el estilo de el refrán "tener la vaca atada" mantiene su relevancia en nuestra lengua y en nuestra cultura popular, como recuerdo lejano de los  locos años veinte, en los que a fiesta, las vacas eran gordas, y la burguesía rural viajaba a Europa en barco, con bolsillo abultado, y sus vacas atadas.