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lunes, 16 de abril de 2018

CONFESIONES DE UN GATO MONTÉS (relato real contado por el protagonista)


Todavía recuerdo sus rostros…
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Ahhh, ¡ Perdón! Soy…. (hmmm, ni nombre tengo para poder presentarme) ¡pero sí que lo tengo! pueden llamarme “Superviviente”

Nací en un monte frondoso que lindaba con una urbanización de Tarragona, llamada Los Massos, en Coma-Ruga.

Era una urbanización muy moderna, con casas grandes, bonitas,  rodeadas de jardines, setos y vallas armoniosas.
Lo que no me gustaba es que a la calle principal que conducía al mar, le habían talado todos los árboles y la habían convertido en una calle sin romanticismo ya que las brisas del mar no podían anidarse entre las ramas de ningún árbol.


Yo estaba siempre escondido entre las malezas de ese monte en lo alto de la colina.
Veía jugar a los niños, allá abajo: ir en sus bicicletas,  los adolescentes en sus ruidosas motos
haciendo alarde de quien era el más ruidoso y rápido, esas cosas de la juventud humana, que es también la nuestra: a ver quién es el gato montés más fuerte, más salvaje y más bravío. ¡Qué parecidos somos! ¿verdad?
Bueno, después de todo lo que me pasó, creo que me he vuelto un gato filósofo.

…………….
Volviendo al relato: yo cazaba pajaritos para alimentarme pero me daba mucha lástima, aun siendo yo un gato salvaje, que los niños los mataran con sus hondas (tira-chinas que les llaman aquí)  solo para probar puntería en sus pobres cuerpecitos.

Yo también cazaba lauchitas y todo lo que se moviera en el monte, pero era necesario hacerlo para sobrevivir ¿acaso los humanos no matan ganado para comer?

Pasé algunas veces por la calle donde estaba la casa donde vivían los personajes de mi historia.
La vivienda estaba en una esquina y era realmente agradable de mirar, ya que el terreno que la circundaba estaba en tres niveles diferentes y eso le daba un aire de espacio que evitaba así el confinamiento propio de las urbanizaciones.

Pero nunca pude deleitarme por mucho rato, ya que tenían dos perros negros (casi tan negros como mi pelaje) que me ladraban y me mostraban los dientes. Eran más bajitos que yo, no se olviden que soy un gato montés (bueno eso es lo que me dijo siempre mi madre) y ellos eran dos caniches insignificantes,  muy mal educados e irrespetuosos que encima se creían enormes e invencibles. Eran muy pesados y no les tenía ninguna simpatía.
MIAUUUUUU !!! pfffffgrrr
(lo siento...es que tengo que descargar mi rabia de alguna manera....)

Una madrugada muy fría, a principios de enero, yo estaba muerto de hambre y bajé a la urbanización a procurarme algo para comer, además tenía mucho frío y me sentía casi entumecido.
Estaba cruzando la calle, a la que daba la casa de los personajes de mi historia, cuando una moto sin luces, apareció de repente y me atropelló.
No me podía mover, sentí que la sangre que manaba desde mi cabeza salía a borbotones.
Otra moto con dos muchachos a bordo paró a mi lado y uno dijo “pobre animal, debe estar sufriendo, voy a rematarlo por las dudas esté medio vivo”.
Yo quería gritar ¡¡NO!!  o simplemente “miau”… pero ningún sonido brotaba de mi boca y no podía ni siquiera moverme.
En ese momento regresaba uno de los chavales con una piedra para hacerme una eutanasia prehistórica, cuando una voz firme de hombre dijo “¡qué pasa!”
Los muchachos contestaron “una moto lo embistió y lo voy a rematar para que no sufra”
Otra voz, la de una mujer,  dijo en voz baja pero firme : ”se mueve, conseguiré una caja, una manta y mi esposo y yo lo llevaremos a un veterinario de turno, no lo toquen”.

Al poco rato, sentí que me levantaban muy dulcemente, me colocaban en un lugar muy cómodo y me tapaban con una manta. ¡qué sensación más reconfortante da el sentirse querido y cuidado!
No lo había experimentado nunca, y por ser un gato montés, hasta me sentí avergonzado por esa repentina debilidad mía.
…….
El hombre de la casa, me colocó en el asiento de atrás de su coche, que recién había sacado de su garage, ella se sentó junto a mí, sosteniendo la caja con una mano y la otra la sentí apoyada en mi cuerpo durante todo el viaje.

Llegamos a un lugar muy iluminado donde me pusieron sobre una mesa fría y al rato oí que la persona que me estaba revisando dijo:
 “la herida de la cabeza es muy grave y no sé si podrá curarse, ha perdido mucha sangre, tal vez sea mejor darle la inyección para que no sufra”.
El hombre de la casa dijo :”de ninguna manera, tiene que salvarlo, el pobre animal está vivo y sé que sobrevirá”
“le costará mucho dinero” dijo la “doctora”
“lo que cueste” dijo el hombre de la voz fuerte y cadenciosa “sálvelo”
“¿cómo se llama?” preguntó la doctora.
“se llama …”(.por el silencio se ve que lo pensó un rato ) .“Superviviente” dijo el hombre con firmeza y resolución.
…………….
Me durmieron.
Me desperté no sé cuando, con mucho dolor en todo el cuerpo y sobre todo en la cabeza.
Estaba en una jaula. Ni comía ni tomaba agua, no podía ni moverme de cómo me dolía el cuerpo.

Escuché que sonaba el teléfono y la persona que estaba allí lo contestó:
 “Ah, ¿Superviviente? , si pasó bien la noche, pero no sé si sobrevivirá, debemos dejarlo en observación por otras 48 horas”
 “Esa gente está preocupada por mi” pensé, y me quedé dormido.

Me despertó un pinchazo en la nalga, me estaban clavando una espina o algo por el estilo, por allí se metía un líquido frío en mi cuerpo y  otra vez me quedé dormido.

No sé cuánto tiempo pasó, pero me despertó el teléfono nuevamente.
“Sí, Superviviente está reaccionando bien, pero tendrán que llevarlo a vuestra casa para poder seguir la cura, bueno si lo pueden venir a buscar mañana, sería un buen comienzo para él”.

Y al día siguiente:

Me pusieron en una jaula muy confortable, que olía a perro
 ¡¡ ajjjjj…!! y de nuevo fui depositado en el asiento de atrás del coche.
Una vez dentro de la casa, ubicaron la jaula en una habitación muy bonita, caliente e iluminada.
………..
Estaba confortable, realmente feliz. Creo que fue allí donde comencé a sentir una felicidad distinta a la que da el comer cuando se tiene hambre, esa felicidad que se siente desde afuera hacia adentro y llega al estómago.
Esta era una felicidad totalmente distinta,  me entibiecía el cuerpo desde adentro hacia fuera y todo mi cuerpo la estaba sintiendo..
Escuché a los perros negros- esos que me odiaban y yo a ellos- ladrando cerca, pero nunca entraron a molestarme, porque los mantuvieron alejados, pero esos dos tontos, sabían de mi presencia y los celos los estaba matando.  Por suerte nunca se acercaron,  porque hubiera detestado que me vieran en esa jaula patética y yo adentro, como un papagayo.
.
La mujer era la que se encargaba de abrir la puerta de la jaula y con mucha delicadeza, introducía en un costado de mi boca un líquido a través de un tubo finito que no sé para qué tenía que hacerlo. No me gustaba para nada que me tocara ni pusiera nada en mi boca, pero lo hacía de una manera tan suave mientras me hablaba con dulzura y se sonreía, que tuve que hacer un gran esfuerzo para no convertirme en un gato idiota, de esos que duermen al lado de la chimenea: porque yo soy el Gato Montés…. ( y me lo repetía constantemente para no olvidarlo, como me llamaba mi madre) Pero la mujer, me convencía cada vez más que yo, en ese momento, solo era un gatito enfermo. Además, no me tenía miedo y eso que la miraba fijamente con mis ojos casi sin pupilas…. como tenemos todos los gatos monteses…Eso a ella, no la inmutaba.
………….
Pasaron los días, cada vez estaba con más fuerzas hasta que una mañana probé y pude levantarme y mantenerme en pie.

El hombre, le dijo a la mujer: “ ¡Superviviente está bien! Se levantó y las piernas ya lo sostienen… vamos a abrir una lata de sardinas a ver si las come”.
Dicho y hecho, un bowl con sardinas fue introducido en la jaula. El olor que salía de allí era algo de otro mundo. Me avalancé sobre ellas y las devoré en solo un bocado. Abrieron la puertita de la jaula nuevamente y me dieron más, junto con otro bowl de leche y otro de agua.

Comencé a estar fuerte, ya quería irme al monte, ya no quería estar en la jaula, porque además me estaba encariñando con esa gente y un gato montés no puede ni debe encariñarse con nadie, me lo decía mi madre.

Tuve que sacar fuerza de donde no tenía, me refiero a las fuerzas del corazón, porque de la física ya me sentía casi repuesto, y no tuve más remedio que empezar a comportarme como un verdadero gato salvaje, porque un día más que hubiera permanecido allí, creo que me hubiera convertido en un pussy cat… gordo inútil, que no sirve más que para ronronear….

Entonces,  cuando la mujer vino a darme más leche, le mostré los dientes y le tiré un zarpazo (tiré a errarle, pero ella no lo sabía)


 Con el lomo encorvado y cara de fiera, ellos recibieron el mensaje y dijeron

 “por suerte está bien, ya volvió a su estado salvaje natural, debemos liberarlo”

Ví que ponían en un bolsón unas cuantas latas y unas bolitas que después descubrí que eran alimentos para los gatos caseros, esos gordos inútiles que solo duermen en los sillones….- Ahhhh la juventud de ahora no va a ningún lado, antes éramos todos salvajes –
También llevaron agua en un botellón y un cubo grande.

Me metieron en el coche, en el asiento trasero y me llevaron a un descampado enorme, bastante alejado de la casa y de la urbanización, para que no volviera a cruzar ninguna calle y evitara otro accidente.

Vi que abrieron latas de sardinas y la pusieron en una bandeja, a la sombra, también echaron bastante agua en el cubo y cuando estaba todo listo, me abrieron la puerta de la jaula sin ningún temor, se quedaron de pie al lado de ella y yo salí disparado como una bala.

A los pocos metros ví una roca bastante alta y me subí a ella, me di vuelta y los miré fijamente para no olvidarme más de sus rostros y noté que se les caían las lágrimas, pero, a la par, que estaban felices por mí. 

Me quedé mirándolos un rato, espero que hayan entendido que les agradecía el amor que me habían dado y que también me perdonaran por haber interpretado el papel de Gato Montés, para hacerles saber que ya estaba curado y necesitaba ser libre.

Les di la espalda con mucho dolor en mi corazón y lentamente me fui caminando hacia mi nuevo hogar, pero me dolía separarme de ellos, porque sabía que sentimientos nuevos, desconocidos, se habían despertado en mí:  el del amor y el del agradecimiento.
                       
                                                                        

¡ YA ERA LIBRE  NUEVAMENTE !
                    y esa noche, le maullé a la luna, saludándola.
             

                                                                                 MIAUUUU !!!!





                               FIN   ® Mabel Granata 
(doy fé que todo lo que cuenta Superviviente es cierto, fui testigo)